miércoles, 3 de enero de 2018

EL PROBLEMA DE INVOCAR A DIOS

La generación espontánea era una teoría que sostenían los intelectuales hasta antes del siglo XVII, propuesta por Aristóteles (¡¿en dónde no se metió Aristóteles?!)  razonó que los animales como las ratas, cucarachas y en general toda la vida había aparecido de un plumazo. Creer eso era razonable, incluso se pensaba que iba acorde con las Sagradas Escrituras, en las que en Génesis 1, se interpretaba literalmente que todo, y en particular los organismos, fueron hechos de manera espontánea por Dios, completándolos todos en 6 días terrestres. Pero a partir del siglo XVII se empezó a sospechar que no era así. Pasteur realizó una serie de experimentos que fueron contundentes para demostrar que dicha teoría era falsa.  En ambos casos, tanto la teoría de Pasteur como la de Aristóteles se ponían a prueba gracias a experimentos que se llevaban a cabo, pero los seguidores de la generación espontánea lo hacían mal, sin embargo, el de Pasteur fue magistralmente diseñado.  El caso de Pasteur como de las ciencias actuales, se basan en el empirismo para encontrar axiomas, que a su vez les permiten realizar hipótesis y predicciones utilizando la lógica, para luego corroborarlas a base de experimentos y retroalimentar una teoría. Ahora, ¿cuántas de las teorías que disponemos actualmente pueden ser llevadas a las pruebas más cuidadosas para refutarlas o aceptarlas? ¿cuántas de las teorías que conocemos actualmente dentro de un tiempo les darán risa, simplemente ternurita, a los verdaderos científicos del futuro? Esto da pie a un nuevo tema que abordaré a continuación: ¿Con qué confiabilidad podemos pensar en ese término tan usado y poco entendido hoy en día llamado ciencia? ¿o es que realmente se ha abusado de la palabra y no existe la ciencia como tal, sino las ciencias, cada una con su peculiar manera de aportar conocimiento, siendo sus métodos totalmente diferentes? ¿Qué tiene que ver Dios con el avance de la ciencia?

 

Las ciencias exactas vs. ciencias inexactas

Las ciencias exactas y el ajuste de curvas

La Real Academia Española (RAE) considera a la ciencia como un conjunto de conocimientos obtenidos mediante la observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables experimentalmente, mientras que, según la RAE, la única ciencia exacta son las matemáticas. Ya Kant consideraba que no hay una ciencia genuina, como aquella que contiene en su leguaje a las matemáticas. Por otro lado, el filósofo austriaco Karl Popper introdujo el concepto de falsacionismo. Para Popper una proposición es científica si puede ser falsable o refutable, es decir, que se puedan preparar experimentos para ponerla a prueba con el objetivo de refutarla, independientemente de que pase o no dicha prueba. Bueno, pues esta manera en que tanto de Kant como de Popper ven a la ciencia yo la llamo ciencia exacta. Exacta por tres cosas: primero, porque contiene a las matemáticas como lenguaje y como codificador del patrón que se ha encontrado para describir un conjunto de fenómenos. Segundo: porque al haber ecuaciones, por su naturaleza son exactas per se. Cuando se aplica una ecuación a un fenómeno natural, la exactitud no radica en que el fenómeno observado sigue fielmente la expresión matemática, pues siempre existirá un error de medición. Cualquier medición que se haga en la naturaleza, llevará una inexactitud inherente tanto de los aparatos de medición como de las variables que no pueden controlarse debido a la complejidad del ambiente en el que se encuentra dicho fenómeno. Es decir, ningún sistema estudiado está completamente aislado. La exactitud sólo existe en la ecuación misma, la cual vive en lado abstracto de la realidad, ¡sólo ahí las cosas son exactas! Tercero: al ser falsable, y pasar la prueba para no desechar la teoría, ésta siempre podrá reproducirse y, bajo las condiciones impuestas por la misma teoría, el fenómeno observado seguirá con buena aproximación las ecuaciones encontradas.

Las ciencias inexactas no pueden ajustar curvas

   Muy bien, dadas estas ideas, resulta que la biología evolutiva no es exacta, por dos cosas: primero, no se puede falsar; segundo: no existen ecuaciones que permitan describir el fenómeno de la evolución. La biología evolutiva no se basa en ecuaciones o patrones bien establecidos, sino, como lo reconoce Ernst Mayr, se basa en conceptos y, yo digo, que también en metáforas y abusos del lenguaje.
   Una contradicción que veo en la idea de Ernst Mayr para querer deslindarse de las ciencias exactas, que él llama fisicalistas, es que primero intenta decir que la biología evolutiva se cuece a parte: con su propio método y con sus propios conceptos, en donde nada o poco tiene que ver con las ciencias exactas. Sin embargo, desesperadamente intenta deslindare de los procesos teleológicos, esto es, procesos con fines o propósitos, que aparecen en los organismos y que también parece seguir la evolución, para ello termina asegurando que finalmente los procesos teleonómicos, esto es, los que siguen un “programa” codificado en las partes somáticas de un organismo, el cual lleva a cabo sus respectivas funciones, tienen su base en causas físico-químicas, mientras que todas las funciones del mundo inorgánico siguen leyes tales como la gravedad y la termodinámica. Mayr asegura que no hay nada de sobrenatural.
   Bueno, lo que simplemente está tratando de hacer Ernst Mayr es nombrar al pan pan y al vino vino. Trata de poner orden en los conceptos para no invocar a Dios en la descripción de los fenómenos biológicos. Pues sí, eso no es nada nuevo ni sorprendente. Cualquier modelo que intente explicar de manera sistemática un sistema natural, hasta ahora ha sido a través de ecuaciones, algoritmos y conceptos. No se puede invocar algún ser divino como se hacía con frecuencia en el pasado. Desde que se introdujo el razonamiento científico, el objetivo es utilizar axiomas, postulados y conjeturas que permitan construir una teoría. Esto lo han estado practicando los científicos, sobre todo desde que Galileo Galilei nos enseñó cómo hacerlo: Experimentar, observar, razonar, modelar y probar.
   Recordemos que el mismísimo genio, Isaac Newton, estaba convencido de que Dios tenía el poder de detener el movimiento de los astros y manejar a su antojo las leyes de conservación del momento, sin embargo, su razonamiento científico dio en el clavo al explicar, en un mismo conjunto de ecuaciones, tanto los movimientos de un objeto que cae aquí en la tierra, como los que se mueven en el cielo. Newton no hizo escándalo de si existirá Dios o no por haber encontrado las ecuaciones de la mecánica celeste, al contrario, se dijo a sí mismo: ”¡Ajá, así trabaja Dios!”
   Curiosamente no pasó lo mismo con la (mal llamada) teoría de la selección natural. Darwin propuso un mecanismo para intentar explicar la aparición de las especies. Si hubiera estado convencido de su teoría, simplemente hubiera podido tener una actitud parecida a la de Newton, pero en vez de ello se hizo un lío conceptual y moral que ha tenido eco hasta la fecha, caracterizado por la creencia de que si él aceptaba ese mecanismo entonces Dios no existía. Cabe decir que mucha gente, solo de pensarlo, se siente algo así como un chango, ¡vaya chauvinismo! Biológicamente el homo sapiens es homos sapiens y el chimpancé es una especie a parte ¡nadie tendría por qué sentirse agredido moralmente! En fin, lo curioso es que mientras Newton encontraba ecuaciones certeras, Darwin se basaba en conceptos.
   Darwin propuso su teoría en 1859, mientras que Newton dio a conocer sus Principia Mathematica en 1687, ¡casi dos siglos antes! Los cocolazos con la Iglesia ya los había sufrido Galieo por entrometerse en los movimientos de los cuerpos celestes. Newton no tuvo conflicto alguno con la Iglesia por terminar lo que Galileo empezó. No entiendo por qué Darwin no aprendió de los gigantes que estaban antes que él para manejar la situación, no con la Iglesia, que no lo persiguió como a Galileo, sino con su conciencia. ¡Su error fue intentar explicar sus creencias religiosas de manera darwiniana! Válgame Dios. Aquí podemos ver un caso claro de que las diferentes disciplinas científicas no son compatibles en su método y en su interpretación. Por un lado, la teoría de Darwin no es exacta como la de Newton, y no tenía por qué enterarse Darwin del método científico seguido por Newton, y segundo porque Darwin tenía muchos problemas emocionales con sus creencias. Por ejemplo, no le gustaba la idea de que su papá, que era ateo, se fuera al infierno, según su interpretación bíblica. Me pregunto si este tipo de confusiones emocionales habrán abonado al conflicto actual en el debate sin sentido “evolución vs. Dios”, o simplemente es un fenómeno que le tocaba ahora a la biología como en su momento le tocó a la física de Galileo y su enfrentamiento con la Iglesia.

Por otro lado, actualmente tenemos al gran divulgador de la ciencia, Stephen Hawking, quien ha dicho que no necesitamos a Dios para explicar el inicio del universo. Primero que nada, quiero aclarar que todo modelo supone prescindir de Dios, por eso se llama ciencia. Segundo: encontrar modelos y ecuaciones para describir cómo empezó el universo, cómo se explican los fenómenos cuánticos, cómo produce una estrella su energía, cómo se produce un rayo no quiere decir que se está demostrando que Dios no existe. Pasteur, Newton, Faraday, Einstein, Dalton… explicaron muy bien cómo se producen ciertos fenómenos, y sin embargo eran fervientes creyentes de Dios.

 

El problema de invocar a Dios

Invocar a Dios en los libros de divulgación científica sólo ha traído malos entendidos y confusión entre la gente que no conoce el método científico. Las razones que deben prevalecer para no mencionar a Dios en los artículos o libros de divulgación son los siguientes:
1.    En los artículos de investigación nunca se menciona a Dios. Por un lado, la ciencia es totalmente laica e independiente del credo que profesan sus autores. Por otro, como mencioné, no hace falta creer o no creer para hacer ciencia.
2.    No es posible realizar una investigación científica de tipo matemática o fisicalista que permita incluir una lógica para establecer, de manera consistente, un método que lleve a una serie de ecuaciones o algoritmos, que se requieren en las ciencias duras, para poder decir algo de Dios.
3.    Ningún científico había usado tanto el nombre de Dios para vender sus libros, como lo hacen grandes divulgadores actuales como Stephen Hawking o Richard Dawkins. Claro, fuera de sus artículos, al ser entrevistados o en sus reflexiones informales, algunos científicos sí dan a conocer sus posturas filosóficas o sus creencias, pero saben muy bien que una cosa es sustentarlas con ecuaciones, y otra con argumentos filosóficos o religiosos.
Contradicciones de algunos científicos
A pesar de lo contundente que han sido las ciencias, existen problemas filosóficos fácilmente abordables y que, fanáticos de las mismas dicen cosas como: “la ciencia es lo máximo, es el único método para conocer la realidad o la verdad de las cosas”.  Sin embargo, existe una serie de contradicciones y malos entendidos entre quienes las ponen a la cabeza como el único método de conocer la verdad, y que su avance indica cada vez más la prueba de que Dios no existe.
He aquí algunas confusiones de quienes exageran a la Ciencia como la única para llegar a la verdad.
1.    El avance de la ciencia va, cada vez más, convenciendo al mundo que Dios no existe. Caso del éxito de la mecánica cuántica, relatividad general, modelo estándar, medicina, etc.
2.    La Selección Natural nos dice cómo llegaron a existir todas las especies que vemos, por tanto, no se requiere la intervención de Dios o dioses para explicarlas.
3.    Estudiar a la naturaleza y ser científico, requiere de una postura atea.
Lo cierto es que este tipo de aseveraciones es un engaño mediático. Nunca en la historia de la ciencia moderna se ha requerido de concluir que, como ya se encontró un mecanismo, ecuación o patrón que nos permite describir algún proceso natural, entonces Dios no existe.
En su libro, El Gran Diseño, Stephen Hawking hace una reflexión filosófica cuando explica que tanto la energía positiva (dada en forma de la materia en la que se compone el universo) como la energía negativa (dada en la energía de amarre de la atracción gravitacional sobre todos los objetos) puede (así, en itálicas) ser un redondo cero (no lo demuestra, sólo dice que “puede ser”), dice que la creación espontanea es la razón por la cual existe el universo, y por tanto nosotros. Dice que no hace falta invocar a Dios y encender las ecuaciones para poner en marcha al universo. En otro de sus libros, El Universo en una Cáscara de Nuez, introduce el concepto de tiempo imaginario, con el cual logra matemáticamente quitar el problema de singularidad en el inicio del universo. Propone un universo finito, pero sin bordes, algo parecido al caso de una superficie esférica, como la terrestre, la cual es claramente finita pero no tiene orillas. Con ello quiere proponer, de manera filosófica, sin demostración física, que el universo estaría entonces auto contenido, no necesitaría nada externo para poner en marcha sus mecanismos, sino que estos estarían determinados completamente por las leyes de la ciencia. Todo esto, reconoce, puede sonar presuntuoso de su parte, pero, también reconoce, cree que es lo que él y muchos científicos creen. Bueno, esto me suena a la pertenencia de un grupo religioso con un cierto tipo de fe en algo. Cuánta filosofía veo en sus libros, es un niño jugando con las matemáticas y encontrando objetos abstractos, tales como los hoyos negros evaporándose y eventualmente desapareciendo, universos paralelos, explicados por medio de la teoría de cuerdas y branas. Nada de esto ha sido demostrado físicamente. No sabemos si estos hallazgos teóricos, matemáticos, se concretarán algún día en una realidad física. Mientras tanto, a juicio de una parte de la comunidad científica, es tiempo perdido estar invirtiendo esfuerzos por trabajar con este tipo de teorías, ya que, consideran algunos, es un acto desesperado por no poder proponer un determinismo dentro de nuestro propio universo. El mismo físico y filósofo Mario Bungue considera sospechosa de pseudociencia lo que hace Hawking.
Han sido artos los ejemplos en las ciencias exactas donde se puede explicar el universo a través de ecuaciones matemáticas, haciendo sus correspondientes comprobaciones físicas (falsándolas).
Como sabemos, cada que se hace un descubrimiento, cada que se encuentra una ecuación trascendental que revoluciona el conocimiento (y estoy hablando de que esto se aplica para cualquier época histórica), es porque se ha logrado arrancar un secreto de la naturaleza, se ha logrado desentrañar un patrón bien establecido, un código antes desconocido que parece decirnos: “miren, así es como escribí al universo desde el principio”. Si usted está de acuerdo conmigo, estimado lector, tal código está escrito en forma de ecuaciones, algoritmos y conceptos. Quien encuentra dicho patrón por primera vez se queda estupefacto y exclama: ¡vaya, así es como funciona!
La historia está llena de ejemplos. Sólo mencionaré algunos que revolucionaron grandemente la visión de la realidad y del universo. Planck y su propuesta de los cuantos de energía. Schrödinger encontró su ecuación (la ecuación de Schrödinger) al considerar lo resultados ya conocidos hasta ese momento de la dualidad onda-partícula. Dirac descubrió su ecuación ondulatoria relativista y predijo la existencia de la antimateria.

Practicar la ciencia es independiente de la creencia en Dios.

Por último, quiero desmitificar que el hecho de hacer ciencia es igual a ignorar la existencia de Dios. No cabe duda que el gran edificio del conocimiento científico que se tiene actualmente lo han construido millones de seres humanos a lo largo de toda su historia, humanos con una característica en común: querer saber cómo funcionan las cosas, así como la curiosidad por interpretar al universo y lo que hay en él, movidos por la sombrosa armonía, belleza e inteligibilidad que hay en el universo, así como el querer saber quiénes somos y a dónde vamos.  Las encuestas dicen que más de la mitad de los científicos en el mundo creen en Dios, el resto es agnóstico o ateo. Claro, las cosas pueden ser diferentes si nos enfocamos por ejemplo en una región. En Europa, una vasta mayoría de los científicos se declara ateo. Mientras que en EEUU las cosas se invierten: la mayoría es creyente. Grandes hombres, creyentes, han revolucionado la ciencia, tales como Galileo, Newton, Einstein, Heisenberg, Schroedinger, Louis de Broglie, Max Planck, Niels Bohr, Wolfgang Pauli, Sir Arthur Eddigton, Luis Pateur…
Para hacer ciencia, sólo se requieren los ingredientes mencionados arriba: curiosidad y seguir el método científico, independientemente de la creencia espiritual de la persona, su condición social o económica, de género, raza, temperamento, etc. Sólo es cuestión de que practique el mecanismo de preguntarse por algo, plantear una hipótesis, establecer un modelo de solución, aplicarlo a un fenómeno, ya sea controlado o de manera “in situ” cuidando las variables concebidas en su modelo, interpretar los datos y sacar conclusiones. Para lo anterior se requiere cuestionarse constantemente, en cada paso, si las cosas se están haciendo bien para que los datos no estén sesgados o alterados. En un sentido chusco, un científico es como una máquina de hacerse preguntas, para sacar conclusiones, ya sea en forma de ecuaciones, algoritmos o cualquier tipo de conceptualización que le permita haber resuelto algún problema, abstracto, virtual o físico que nadie había resuelto hasta ese momento.