La
generación espontánea era una teoría que sostenían los intelectuales hasta
antes del siglo XVII, propuesta por Aristóteles (¡¿en dónde no se metió
Aristóteles?!) razonó que los animales
como las ratas, cucarachas y en general toda la vida había aparecido de un
plumazo. Creer eso era razonable, incluso se pensaba que iba acorde con las
Sagradas Escrituras, en las que en Génesis 1, se interpretaba literalmente que
todo, y en particular los organismos, fueron hechos de manera espontánea por
Dios, completándolos todos en 6 días terrestres. Pero a partir del siglo XVII
se empezó a sospechar que no era así. Pasteur realizó una serie de experimentos
que fueron contundentes para demostrar que dicha teoría era falsa. En ambos casos, tanto la teoría de Pasteur
como la de Aristóteles se ponían a prueba gracias a experimentos que se
llevaban a cabo, pero los seguidores de la generación espontánea lo hacían mal,
sin embargo, el de Pasteur fue magistralmente diseñado. El caso de Pasteur como de las ciencias
actuales, se basan en el empirismo para encontrar axiomas, que a su vez les
permiten realizar hipótesis y predicciones utilizando la lógica, para luego
corroborarlas a base de experimentos y retroalimentar una teoría. Ahora, ¿cuántas
de las teorías que disponemos actualmente pueden ser llevadas a las pruebas
más cuidadosas para refutarlas o aceptarlas? ¿cuántas de las teorías que conocemos
actualmente dentro de un tiempo les darán risa, simplemente ternurita, a los verdaderos
científicos del futuro? Esto da pie a un nuevo tema que abordaré a
continuación: ¿Con qué confiabilidad podemos pensar en ese término tan usado y
poco entendido hoy en día llamado ciencia?
¿o es que realmente se ha abusado de la palabra y no existe la ciencia como
tal, sino las ciencias, cada una con su peculiar manera de aportar
conocimiento, siendo sus métodos totalmente diferentes? ¿Qué
tiene que ver Dios con el avance de la ciencia?
Las ciencias exactas vs. ciencias inexactas
Las ciencias exactas y el ajuste de curvas
La Real Academia Española (RAE) considera a la ciencia como un conjunto de conocimientos obtenidos mediante la
observación y el razonamiento, sistemáticamente estructurados y de los que se
deducen principios y leyes generales con capacidad predictiva y comprobables
experimentalmente, mientras que, según la RAE, la única ciencia exacta son las
matemáticas. Ya
Kant consideraba que no hay una ciencia genuina, como aquella que contiene en
su leguaje a las matemáticas. Por otro lado, el filósofo
austriaco Karl Popper introdujo el concepto de falsacionismo. Para Popper una proposición es científica si puede
ser falsable o refutable, es decir, que se puedan preparar experimentos para
ponerla a prueba con el objetivo de refutarla, independientemente de que pase o
no dicha prueba. Bueno, pues esta manera en que tanto de Kant como de Popper
ven a la ciencia yo la llamo ciencia
exacta. Exacta por tres cosas: primero, porque contiene a las matemáticas
como lenguaje y como codificador del patrón que se ha encontrado para describir
un conjunto de fenómenos. Segundo: porque al haber ecuaciones, por su
naturaleza son exactas per se. Cuando
se aplica una ecuación a un fenómeno natural, la exactitud no radica en que el
fenómeno observado sigue fielmente la expresión matemática, pues siempre
existirá un error de medición. Cualquier medición que se haga en la naturaleza,
llevará una inexactitud inherente tanto de los aparatos de medición como de las
variables que no pueden controlarse debido a la complejidad del ambiente en el
que se encuentra dicho fenómeno. Es decir, ningún sistema estudiado está
completamente aislado. La exactitud sólo existe en la ecuación misma, la cual
vive en lado abstracto de la realidad, ¡sólo ahí las cosas son exactas!
Tercero: al ser falsable, y pasar la prueba para no desechar la teoría, ésta
siempre podrá reproducirse y, bajo las condiciones impuestas por la misma
teoría, el fenómeno observado seguirá con buena aproximación las ecuaciones
encontradas.
Las ciencias inexactas no pueden ajustar curvas
Muy bien, dadas estas ideas,
resulta que la biología evolutiva no es exacta, por dos cosas: primero, no se
puede falsar; segundo: no existen ecuaciones que permitan describir el fenómeno
de la evolución. La biología evolutiva no se basa en ecuaciones o patrones bien
establecidos, sino, como lo reconoce Ernst Mayr, se basa en conceptos y, yo
digo, que también en metáforas y abusos del lenguaje.
Una contradicción que veo en la
idea de Ernst Mayr para querer deslindarse de las ciencias exactas, que él
llama fisicalistas, es que primero
intenta decir que la biología evolutiva se cuece a parte: con su propio método
y con sus propios conceptos, en donde nada o poco tiene que ver con las
ciencias exactas. Sin embargo, desesperadamente intenta deslindare de los
procesos teleológicos, esto es, procesos con fines o propósitos, que aparecen
en los organismos y que también parece seguir la evolución, para ello termina
asegurando que finalmente los procesos teleonómicos,
esto es, los que siguen un “programa” codificado en las partes somáticas de un
organismo, el cual lleva a cabo sus respectivas funciones, tienen su base en
causas físico-químicas, mientras que todas las funciones del mundo inorgánico
siguen leyes tales como la gravedad y la termodinámica. Mayr asegura que no hay
nada de sobrenatural.
Bueno, lo que simplemente está tratando
de hacer Ernst Mayr es nombrar al pan pan y al vino vino. Trata de poner orden
en los conceptos para no invocar a Dios en la descripción de los fenómenos
biológicos. Pues sí, eso no es nada nuevo ni sorprendente. Cualquier modelo que
intente explicar de manera sistemática un sistema natural, hasta ahora ha sido
a través de ecuaciones, algoritmos y conceptos. No se puede invocar algún ser
divino como se hacía con frecuencia en el pasado. Desde que se introdujo el
razonamiento científico, el objetivo es utilizar axiomas, postulados y
conjeturas que permitan construir una teoría. Esto lo han estado practicando
los científicos, sobre todo desde que Galileo Galilei nos enseñó cómo hacerlo:
Experimentar, observar, razonar, modelar y probar.
Recordemos que el mismísimo genio,
Isaac Newton, estaba convencido de que Dios tenía el poder de detener el
movimiento de los astros y manejar a su antojo las leyes de conservación del
momento, sin embargo, su razonamiento científico dio en el clavo al explicar,
en un mismo conjunto de ecuaciones, tanto los movimientos de un objeto que cae
aquí en la tierra, como los que se mueven en el cielo. Newton no hizo escándalo
de si existirá Dios o no por haber encontrado las ecuaciones de la mecánica celeste,
al contrario, se dijo a sí mismo: ”¡Ajá, así trabaja Dios!”
Curiosamente no pasó lo mismo con
la (mal llamada) teoría de la selección natural. Darwin propuso un mecanismo
para intentar explicar la aparición de las especies. Si hubiera estado
convencido de su teoría, simplemente hubiera podido tener una actitud parecida
a la de Newton, pero en vez de ello se hizo un lío conceptual y moral que ha
tenido eco hasta la fecha, caracterizado por la creencia de que si él aceptaba
ese mecanismo entonces Dios no existía. Cabe decir que mucha gente, solo de
pensarlo, se siente algo así como un chango, ¡vaya chauvinismo! Biológicamente
el homo sapiens es homos sapiens y el chimpancé es una especie a parte ¡nadie
tendría por qué sentirse agredido moralmente! En fin, lo curioso es que
mientras Newton encontraba ecuaciones certeras, Darwin se basaba en conceptos.
Darwin propuso su teoría en 1859,
mientras que Newton dio a conocer sus Principia
Mathematica en 1687, ¡casi dos siglos
antes! Los cocolazos con la Iglesia ya los había sufrido Galieo por
entrometerse en los movimientos de los cuerpos celestes. Newton no tuvo
conflicto alguno con la Iglesia por terminar lo que Galileo empezó. No entiendo
por qué Darwin no aprendió de los gigantes que estaban antes que él para
manejar la situación, no con la Iglesia, que no lo persiguió como a Galileo, sino con su
conciencia. ¡Su error fue intentar explicar sus creencias religiosas de manera
darwiniana! Válgame Dios. Aquí podemos ver un caso claro de que las diferentes disciplinas
científicas no son compatibles en su método y en su interpretación. Por un
lado, la teoría de Darwin no es exacta como la de Newton, y no tenía por qué
enterarse Darwin del método científico seguido por Newton, y segundo porque
Darwin tenía muchos problemas emocionales con sus creencias. Por ejemplo, no le
gustaba la idea de que su papá, que era ateo, se fuera al infierno, según su
interpretación bíblica. Me pregunto si este tipo de confusiones emocionales
habrán abonado al conflicto actual en el debate sin sentido “evolución vs.
Dios”, o simplemente es un fenómeno que le tocaba ahora a la biología como en
su momento le tocó a la física de Galileo y su enfrentamiento con la Iglesia.
Por otro lado, actualmente
tenemos al gran divulgador de la ciencia, Stephen Hawking, quien ha dicho que no
necesitamos a Dios para explicar el inicio del universo. Primero que nada,
quiero aclarar que todo modelo supone prescindir de Dios, por eso se llama
ciencia. Segundo: encontrar modelos y ecuaciones para describir cómo empezó el
universo, cómo se explican los fenómenos cuánticos, cómo produce una estrella
su energía, cómo se produce un rayo no quiere decir que se está demostrando que
Dios no existe. Pasteur, Newton, Faraday, Einstein, Dalton… explicaron muy bien
cómo se producen ciertos fenómenos, y sin embargo eran fervientes creyentes de
Dios.
El problema de invocar a Dios
Invocar
a Dios en los libros de divulgación científica sólo ha traído malos entendidos y
confusión entre la gente que no conoce el método científico. Las razones que deben
prevalecer para no mencionar a Dios en los artículos o libros de divulgación son
los siguientes:
1. En los artículos de investigación nunca
se menciona a Dios. Por un lado, la ciencia es totalmente laica e independiente
del credo que profesan sus autores. Por otro, como mencioné, no hace falta
creer o no creer para hacer ciencia.
2. No es posible realizar una investigación
científica de tipo matemática o fisicalista
que permita incluir una lógica para establecer, de manera consistente, un
método que lleve a una serie de ecuaciones o algoritmos, que se requieren en
las ciencias duras, para poder decir algo de Dios.
3. Ningún científico había usado tanto el
nombre de Dios para vender sus libros, como lo hacen grandes divulgadores
actuales como Stephen Hawking o Richard Dawkins. Claro, fuera de sus artículos,
al ser entrevistados o en sus reflexiones informales, algunos científicos
sí dan a conocer sus posturas filosóficas o sus creencias, pero saben muy bien que una
cosa es sustentarlas con ecuaciones, y otra con argumentos filosóficos o religiosos.
Contradicciones
de algunos científicos
A
pesar de lo contundente que han sido las ciencias, existen problemas
filosóficos fácilmente abordables y que, fanáticos de las mismas dicen cosas
como: “la ciencia es lo máximo, es el único método para conocer la realidad o
la verdad de las cosas”. Sin embargo,
existe una serie de contradicciones y malos entendidos entre quienes las ponen
a la cabeza como el único método de conocer la verdad, y que su avance indica
cada vez más la prueba de que Dios no existe.
He
aquí algunas confusiones de quienes exageran a la Ciencia como la única para
llegar a la verdad.
1. El avance de la ciencia va, cada vez
más, convenciendo al mundo que Dios no existe. Caso del éxito de la mecánica
cuántica, relatividad general, modelo estándar, medicina, etc.
2. La Selección Natural nos dice cómo
llegaron a existir todas las especies que vemos, por tanto, no se requiere la
intervención de Dios o dioses para explicarlas.
3. Estudiar a la naturaleza y ser
científico, requiere de una postura atea.
Lo
cierto es que este tipo de aseveraciones es un engaño mediático. Nunca en la
historia de la ciencia moderna se ha requerido de concluir que, como ya se
encontró un mecanismo, ecuación o patrón que nos permite describir algún
proceso natural, entonces Dios no existe.
En
su libro, El Gran Diseño, Stephen
Hawking hace una reflexión filosófica cuando explica que tanto la energía
positiva (dada en forma de la materia en la que se compone el universo) como la
energía negativa (dada en la energía de amarre de la atracción gravitacional
sobre todos los objetos) puede (así,
en itálicas) ser un redondo cero (no lo demuestra, sólo dice que “puede ser”),
dice que la creación espontanea es la razón por la cual existe el universo, y
por tanto nosotros. Dice que no hace falta invocar a Dios y encender las
ecuaciones para poner en marcha al universo. En otro de sus libros, El Universo en una Cáscara de Nuez,
introduce el concepto de tiempo imaginario, con el cual logra matemáticamente
quitar el problema de singularidad en el inicio del universo. Propone un
universo finito, pero sin bordes, algo parecido al caso de una superficie
esférica, como la terrestre, la cual es claramente finita pero no tiene
orillas. Con ello quiere proponer, de manera filosófica, sin demostración
física, que el universo estaría entonces auto contenido, no necesitaría nada
externo para poner en marcha sus mecanismos, sino que estos estarían
determinados completamente por las leyes
de la ciencia. Todo esto, reconoce, puede sonar presuntuoso de su parte,
pero, también reconoce, cree que es lo que él y muchos científicos creen.
Bueno, esto me suena a la pertenencia de un grupo religioso con un cierto tipo
de fe en algo. Cuánta filosofía veo en sus libros, es un niño jugando con las
matemáticas y encontrando objetos abstractos, tales como los hoyos negros
evaporándose y eventualmente desapareciendo, universos paralelos, explicados
por medio de la teoría de cuerdas y branas. Nada de esto ha sido demostrado
físicamente. No sabemos si estos hallazgos teóricos, matemáticos, se concretarán
algún día en una realidad física. Mientras tanto, a juicio de una parte de la
comunidad científica, es tiempo perdido estar invirtiendo esfuerzos por
trabajar con este tipo de teorías, ya que, consideran algunos, es un acto
desesperado por no poder proponer un determinismo dentro de nuestro propio
universo. El mismo físico y filósofo Mario Bungue considera sospechosa de
pseudociencia lo que hace Hawking.
Han
sido artos los ejemplos en las ciencias exactas donde se puede explicar el
universo a través de ecuaciones matemáticas, haciendo sus correspondientes
comprobaciones físicas (falsándolas).
Como
sabemos, cada que se hace un descubrimiento, cada que se encuentra una ecuación
trascendental que revoluciona el conocimiento (y estoy hablando de que esto se
aplica para cualquier época histórica), es porque se ha logrado arrancar un
secreto de la naturaleza, se ha logrado desentrañar un patrón bien establecido,
un código antes desconocido que parece decirnos: “miren, así es como escribí al
universo desde el principio”. Si usted está de acuerdo conmigo, estimado
lector, tal código está escrito en forma de ecuaciones, algoritmos y conceptos.
Quien encuentra dicho patrón por primera vez se queda estupefacto y exclama: ¡vaya,
así es como funciona!
La
historia está llena de ejemplos. Sólo mencionaré algunos que revolucionaron
grandemente la visión de la realidad y del universo. Planck y su propuesta de
los cuantos de energía. Schrödinger encontró su ecuación (la ecuación de Schrödinger)
al considerar lo resultados ya conocidos hasta ese momento de la dualidad onda-partícula.
Dirac descubrió su ecuación ondulatoria relativista y predijo la existencia de
la antimateria.
Practicar la ciencia es independiente de la creencia en Dios.
Por
último, quiero desmitificar que el hecho de hacer ciencia es igual a ignorar la
existencia de Dios. No cabe duda que el gran edificio del conocimiento
científico que se tiene actualmente lo han construido millones de seres humanos
a lo largo de toda su historia, humanos con una característica en común: querer
saber cómo funcionan las cosas, así como la curiosidad por interpretar al
universo y lo que hay en él, movidos por la sombrosa armonía, belleza e
inteligibilidad que hay en el universo, así como el querer saber quiénes somos
y a dónde vamos. Las encuestas dicen que
más de la mitad de los científicos en el mundo creen en Dios, el resto es
agnóstico o ateo. Claro, las cosas pueden ser diferentes si nos enfocamos por
ejemplo en una región. En Europa, una vasta mayoría de los científicos se
declara ateo. Mientras que en EEUU las cosas se invierten: la mayoría es
creyente. Grandes hombres, creyentes, han revolucionado la ciencia, tales como
Galileo, Newton, Einstein, Heisenberg, Schroedinger,
Louis de Broglie, Max Planck, Niels Bohr, Wolfgang Pauli, Sir Arthur Eddigton,
Luis Pateur…
Para hacer ciencia, sólo se requieren los ingredientes mencionados
arriba: curiosidad y seguir el método científico, independientemente de la
creencia espiritual de la persona, su condición social o económica, de género,
raza, temperamento, etc. Sólo es cuestión de que practique el mecanismo de
preguntarse por algo, plantear una hipótesis, establecer un modelo de solución,
aplicarlo a un fenómeno, ya sea controlado o de manera “in situ” cuidando las
variables concebidas en su modelo, interpretar los datos y sacar conclusiones.
Para lo anterior se requiere cuestionarse constantemente, en cada paso, si las
cosas se están haciendo bien para que los datos no estén sesgados o alterados.
En un sentido chusco, un científico es como una máquina de hacerse preguntas,
para sacar conclusiones, ya sea en forma de ecuaciones, algoritmos o cualquier
tipo de conceptualización que le permita haber resuelto algún problema, abstracto,
virtual o físico que nadie había resuelto hasta ese momento.